EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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3. Esto no es, en verdad, sino una teoría más racional que la otra; pero ya es mucho una teoría que no contradiga ni a la razón ni a la ciencia; si además está corroborada por los hechos, tiene para sí la sanción del razonamiento y de la experiencia. Estos hechos, nosotros los encontramos en el fenómeno de las manifestaciones espiritistas, que son así la prueba patente de la existencia y de la supervivencia del alma. Pero para muchas gentes, su creencia no va más allá, admiten la existencia de las almas y como consecuencia la de los Espíritus pero niegan la posibilidad de comunicarse con ellos, por la razón, dicen, que seres inmateriales, no pueden obrar sobre la materia. Esta duda está fundada sobre la ignorancia de la verdadera naturaleza de los Espíritus, de la cual se forma generalmente una idea muy falsa, que se les considera sin razón como seres abstractos, vagos e indefinidos, lo que no es así.

Figurémonos desde luego al Espíritu en su unión con el cuerpo; el Espíritu es el ser principal, puesto, que es el ser pensador y superviviente; el cuerpo no es, por conseguiente, más que un accesorio del Espíritu, una envoltura, un vestido que deja cuando está usado. Además de esta envoltura material, el Espíritu tiene una segunda, semimaterial que le une a la primera; en la muerte, el Espíritu se despoja de ésta, pero no de la segunda a la que nosotros damos el nombre de periespíritu. Esta envoltura semimaterial que afecta la forma humana, constituye para él un cuerpo fluídico, vaporoso, pero que, por ser invisible para nosotros en su estado normal no deja de poseer algunas de las propiedades de la materia. El Espíritu no es, pues, un punto, una abstracción, sino un ser limitado y circunscripto, al cual sólo falta ser visible y palpable para parecerse a los seres humanos. ¿Por qué no obraría sobre la materia? ¿Por qué su cuerpo es fluídico? ¿Pero no es entre los fluidos más rarificados, los mismos que se miran como imponderables, la electricidad, por ejemplo, que el hombre encuentra sus más poderosos motores? ¿Es que la luz imponderable no ejerce una acción química sobre la materia ponderable? Nosotros no conocemos la naturaleza íntima del periespíritu; pero supongámosle formado de materia eléctrica, o de otra tan sutil como ésta, ¿por qué no tendría la misma propiedad siendo dirigida por una voluntad?