Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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De Saint-Foy, en su Histoire de l'ordre du Saint-Esprit, edición de 1778, cita el siguiente pasaje extraído de una compilación escrita por el marqués Christophe Juvénal des Ursins, teniente general del gobierno de París, hacia fines del año 1572, e impresa en 1601.

«El 31 de agosto (1572) –ocho días después de la matanza de la Noche de san Bartolomé– yo había cenado en el Louvre, en lo de la señora de Fiesques. El calor había sido muy grande durante toda la jornada. Fuimos a sentarnos bajo la pequeña parra al lado del río para respirar el aire fresco; de repente escuchamos en el aire un ruido horrible de voces tumultuosas y de gemidos mezclados con gritos de rabia y de furor; quedamos inmóviles, sobrecogidos de temor, mirándonos de vez en cuando sin tener fuerzas para hablar. Este ruido duró –creo– cerca de media hora. Es verdad que el rey (Carlos IX) lo escuchó, que quedó espantado y que no durmió durante todo el resto de la noche; sin embargo, no dijo nada al día siguiente, pero se notó que tenía un aire sombrío, pensativo y perturbado.

«Si algún prodigio no debe encontrar incrédulos es éste, siendo atestiguado por Enrique IV. Este príncipe –dice d'Aubigné, en su libro I, cap. 6, pág. 561– nos ha relatado varias veces, entre sus familiares y cortesanos más cercanos (y tengo varios testigos de que él jamás nos lo ha contado sin sentirse sobrecogido de espanto), que ocho días después de la matanza de la Noche de san Bartolomé, una gran multitud de cuervos llegó a posarse y a graznar sobre el pabellón del Louvre; que la misma noche Carlos IX, dos horas después de haberse acostado, saltó de su cama, hizo levantar a los de su cuarto y los mandó salir a la búsqueda porque escuchaba en el aire un gran ruido de voces gimiendo, en todo semejante a lo que se escuchó en la noche de la matanza; que todos esos diferentes gritos eran tan impresionantes, tan marcados y tan claramente articulados, que Carlos IX, creyendo que los enemigos de los Montmorency y de sus partidarios los habían sorprendido y los atacaban, envió un destacamento de sus guardias para impedir esa nueva matanza; sus guardias informaron que París estaba tranquila, y que todo ese ruido que se escuchaba estaba en el aire.»

Nota – El hecho referido por De Saint-Foy y por Juvénal des Ursins tiene mucha analogía con la historia del aparecido de mademoiselle Clairon, relatado en nuestro número del mes de febrero, con la diferencia de que en este caso un solo Espíritu se manifestó durante dos años y medio, mientras que después de la Noche de san Bartolomé parecía haber una innumerable cantidad de Espíritus que hicieron resonar el aire durante algunos instantes solamente. Además, estos dos fenómenos tienen evidentemente el mismo principio que los otros hechos contemporáneos de la misma naturaleza que hemos relatado, y no difieren de los mismos sino por el detalle de la forma. Varios Espíritus interrogados sobre la causa de esta manifestación han respondido que era una punición de Dios, cosa fácil de concebir.