El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

Volver al menú
938. Los desengaños causados por la ingratitud, ¿no están destinados a endurecer el corazón y a cerrarlo a la sensibilidad?

«Eso seria un error; porque el hombre de corazón, como tú dices, es feliz siempre por el bien que hace. Sabe que, si no se recuerda en esta vida, se recordará en otra, y que el ingrato se avergonzará y tendrá remordimientos».

-Esta idea no impide que tenga lacerado el corazón. ¿No puede esto inspirarle la de que sería más feliz, si fuese menos sensible?

«Sí, si prefiere la felicidad del egoísta: ¡triste felicidad! Que sepa, pues, que los amigos ingratos que le abandonan no son dignos de su amistad, y que se ha equivocado en la elección. Por lo tanto, no debe echarlos de menos. Más tarde encontrará otros que sabrán comprender mejor. Compadeced a los que tienen para con vosotros el mal comportamiento que no merecéis, porque tendrán su triste recompensa; pero no os afectéis; este es el medio de sobreponeros a ellos».

La naturaleza ha dado al hombre la necesidad de amar y ser amado. Uno de los mayores goces que en la tierra se le conceden, es el de encontrar corazones que simpaticen con el suyo, goce que le da las primicias de la dicha que le esta reservada en el mundo de los espíritus perfectos, donde todo es amor y benevolencia. Semejante goce es rehusado al egoísta.