El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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928. Por la especialidad de las aptitudes naturales Dios indica evidentemente nuestra vocación en el mundo. ¿No nro-ceden muchos males de no sequir nosotros esa vocación?

«Cierto, y a menudo son los padres los que, por orgullo y avaricia, hacen salir a los hijos del camino trazado por la naturaleza, comprometiendo su felicidad con esa desviación, de la que serán responsables».

-Así, pues, ¿encontráis justo queel hijo de un hombre de distinguida posición haga zuecos. por ejemplo, si para ello tiene aptitud?

«No se ha de incurrir en el absurdo, ni exaqerar nada: la civilización tiene sus necesidades. ¿Por qué el hiio de un hombre de distinquida posición, como dices tú, ha de hacer zuecos si puede hacer otra cosa? Podrá siempre ser útil con arreglo a la medida de sus facultades, si no se las aplica contrariamente. As¡, por ejemplo, en vez de un mal abogado, será quizá un buen mecánico, etcétera».


La separación de los hombres de su esfera intelectual es seguramente una de las más frecuentes causas de desengafio. La ineptitud para la carrera abrazada es una inagotable fuente de reveses, y uniéndose después a esto el amor propio, priva al hombre caldo de buscar un recurso en una profesión más humilde, y le señala el suicidio como un remedio supremo para librarse de lo que él cree una humillación. Si una educación moral le hubiese elevado por encima de las necias preocupaciones del orgullo, jamás se le hubiera cogido desprevenido.