El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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CONVULSIONARIOS

481. ¿Toman alguna parte los espíritus en los fenómenos que se producen en los individuos, designados con el nombre de convulsionarios?

«Sí, y muy grande; lo mismo que el magnetismo que es su origen primitivo, pero a menudo el charlatanismo ha explotado y exagerado esos efectos, lo que ha puesto en ridículo».

-¿De qué naturaleza son por lo general los espíritus que cooperan a esa especie de fenómenos?

«Poco elevados. ¿Creéis que los espíritus superiores se divierten en tales cosas?»

482. ¿Cómo puede desarrollarse súbitamente en toda una población el estado anormal de los convulsionarios y crisíacos?

«Efecto simpático. Las disposiciones morales se comunican muy fácilmente en ciertos casos. No eres tan extraño a los efectos magnéticos para no comprender esto, y la parte que ciertos espíritus deben tomar en ello por simpatía hacia los que los provocan».

Entre las raras facultades que se observan en los convulsionarios, se reconocen sin trabalo algunas de que ofrecen numerosos ejemplos el sonambulismo y el magnetismo: tales son, entre otras, la insensibilidad física, el conocimiento del pensamiento, la transmisión simpática de los dolores, etc. No puede, pues, dudarse de que esos crisíacos estén en una especie de estado de sonambulismo despierto, provocado por la influencia que ejercen los unos en los otros. Son a la vez magnetizadores y magnetizados a pesar suyo.

483. ¿Cuál es la causa de la insensibilidad física que se nota en ciertos convulsionarios, o en otras personas sujetas a los más rudos tormentos?

«En algunos es un efecto exclusivamente magnético que obra sobre el sistema nervioso del mismo modo que ciertas sustancias. En otros la exaltación del pensamiento embota la sensibilidad; porque parece que la vida se ha retirado del cuerpo para reconcentrarse en el espíritu. ¿No sabéis que cuando el espíritu se ocupa atentamente de algo, el cuerpo no ve, ni siente, ni oye nada?»

La exaltación fanática y el entusiasmo ofrecen a menudo en los suplicios, el ejemplo de una calma y sangre fría que no podrían sobreponerse a un dolor agudo, si no se admitiese que la sensibilidad se encuentra neutralizada por una especie de afecto anestésico. Sabido es que en el ardor del combate no se apercibe uno con frecuencia de una herida grave, al paso que, en circunstancias ordinarias, un rasguiío haría temblar.

Puesto que estos fenómenos dependen de una causa física y de la acción de ciertos espíritus, puede preguntarse de que ha dependido que la autoridad los haya hecho cesar en ciertos casos. La razón es obvia. La acción de los espíritus en este caso no es más que secundaría, y se reduce a aprovecharse de tina disposición natural. La autoridad no ha suprimido esta última, sino la causa que la sostenía y exaltaba; de activa que era, la ha hecho latente, y razón ha tenido para proceder así; porque originaba abuso y escándalo. Por lo demás. se sabe que semelante intervención es impotente cuando la acción de los espíritus es directa y espontánea.