El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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ÁNGELES Y DEMONIOS

128. Los seres a quienes llamamos ángeles, arcángeles y serafines, ¿forman una categoría especial de diferente naturaleza que los otros espíritus?

«No; son los espíritus puros, los que están en lo más alto de la escala y reúnen todas las perfecciones».

La palabra ángel despierta generalmente la idea de perfección moral; pero se aplica a menudo a todos los seres buenos y malos que existen fuera de la humanidad. Así se dice: el ángel bueno y el ángel malo, ángel de la luz y ángel de las tinieblas, y en este caso, es sinónimo de espíritu o genio. Aquí tomarnos la palabra en su acepción buena.

129. ¿Los ángeles han recorrido todos los grados?

«Todos los han recorrido; pero, según tenemos dicho, unos aceptaron su misión sin murmúrar, y llegaron más pronto; otros emplearon mayor o menor tiempo para llegar a la perfección».

130. Si es errónea la opinión de que existen seres creados perfectos y superiores a las demás criaturas, ¿en qué consiste que sea tradicional en casi todos los pueblos?

«Sabe que tu mundo no es eterno y que mucho antes de que existiese, espíritus había que ocupaban ya el grado supremo, por lo cual pudieron creer los hombres que siempre habían estado a la misma altura».
131. ¿Existen demonios, en el sentido que se da a esta palabra?

«Si hubiese demonios, serían obra de Dios, y ¿hubiera procedido Éste con justicia y bondad creando seres consagrados eternamente al mal y a la infelicidad? Si existen demonios, en tu mundo inferior y en otros semejantes es donde residen, y son esos hombres hipócritas que hacen de un Dios justo un Dios perverso y vengativo, esos hombres que creen complacerle con las abominaciones que en su nombre cometen».

La palabra demonio no implica la idea de espíritu malo más que en su acepción moderna; porque la palabra daimon de que se forma significa genio, inteligencia, y se aplicaba indistintamente a los seres incorporales buenos o malos.

Los demonios, en la acepción vulgar de la palabra, suponen seres esencialmente maléficos que serían, romo todas las cosas, creación de Dios, y Dios, que es soberanamente justo y bueno, no puede haber creado seres arrastrados al mal por su naturaleza y eternamente condenados. Si no fuesen obra de Dios, serían como él eternos, o bien habria muchos poderes soberanos.

La primera condición de toda doctrina es la de ser lógica, y la de los demonios, en su sentido absoluto, flaquea por esta base esencial. Se concibe que en la creencia de los pueblos atrasados que, no conociendo los atributos de Dios, dan cabida a las divinidades maléficas, se admita a los demonios; pero para todo el que acepte la bondad de Dios como el atributo por excelencia, es ilógico y contradictorio suponer que haya podido crear seres consagrados al mal y destinados a hacerlo perpetuamente, porque equivale a negar su bondad, Los partidarios del demonio se parapetan en las palabras de Cristo, y no seremos nosotros quienes neguemos la autoridad de su enseñanza que quisiéramos ver más en el corazón que en los labios de los hombres; pero, ¿se tiene certeza del sentido que daba Cristo a la palabra demonio? ¿No se sabe que la forma alegórica es uno de los caracteres distintivos de su lenguaje, y que todo lo que contiene el Evangelio no debe tomarse literalmente? Sirva de prueba este pasaje:

«Pero luego, después de las tribulaciones de aquellos días, el Sol se oscurecerá, la Luna no alumbrará, y las estrellas caerán del cielo, las potestades de los cielos temblarán. LO que os aseguro es que no se acabará esta generación, hasta que se cumpla todo esto» ¿No hemos visto la forma del texto bíblico contradicha por la ciencia en lo que se refiere a la creación y movimiento de la Tierra? ¿No puede suceder otro tanto con ciertas figuras empleadas por Cristo, que debía hablar según los tiempos y lugares? Cristo no pudo decir a sabiendas una cosa falsa, y si, pues. en sus palabras hay asertos que parece que repugnan a la razón, es porque no los comprendemos o porque los interpretamos mal.

Los hombres han hecho con los demonios lo mismo que con los ángeles y así como han creído en seres eternamente perfectos han tomado a los espíritus inferiores por seres perpetuamente malos. La palabra demonio debe, pues, entenderse con relación a los espíritus impuros que a menudo no son mejores que los seres que con aquel nombre se designan, pero con la diferencia de que semejante estado no es más que transitorio. Son espíritus imperfectos que murmuran de las pruebas que sufren, y que por la misma razón las sufren por más tiempo, pero que llegarán, a su vez, a la perfección cuando tengan voluntad de hacerlo. Pudiera, pues, admitirse la palabra demonio con esta restricción, pero como actualmente se la toma en sentido exclusivo, podría inducir en el error de hacer creer en la existencia de seres especiales creados para el mal.

Satanás es evidentemente la personificación del mal balo una forma alegórica, porque no puede admítirse un ser malo que lucha de potencia a potencia con la Divinidad, y cuya única ocupación es la de contrariar sus designios. Siendo necesarias al hombre imágenes y figuras que hieran su imaginación, ha pintado a los seres incorporales bajo forma material con atributos que recuerdan sus cualidades y defectos. Así es como, queriendo los antiguos personificar el tiempo, lo pintaron en figura de anciano con una hoz y un reloj de arena, pues la de un joven hubiese sido un contrasentido. Lo mismo debe decirse de las alegorías de la fortuna; de la verdad, etcétera. Los modernos han representado a los ángeles o espíritus puros por una figura radiante, con alas blancas, emblema de la pureza, y a Satán con cuernos, garras y demás atributos de las bestias, emblemas de las pasiones bajas. El vulgo, que tomó las cosas literalmente, ha visto en el emblema una individualidad real, como en otro tiempo a Saturno en la alegoría del tiempo.