El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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Tercer orden. Espíritus imperfectos

101. Caracteres generales. Predominio de la materia sobre el espíritu, propensión al mal, ignorancia, orgullo, egoísmo y todas las malas pasiones que de el derivan.

Tienen intuición de Dios; pero no lo comprenden.

Todos no son esencialmente malos, y en algunos abunda más la ligereza, la inconsecuencia y la malicia que la verdadera perversidad. Unos no hacen bien ni mal; pero por lo mismo que no practican el bien, demuestran su inferioridad. Otros, por el contrario, se complacen en el mal, y están satisfechos cuando hallan ocasión de hacerlo.

Pueden reunir la inteligencia a la perversidad y a la malicia; pero, cualquiera que sea su desarrollo intelectual, sus ideas son poco elevadas y sus sentimientos más o menos abyectos.

Sus conocimientos sobre las cosas del mundo espiritista son limitados, y lo poco que de ellas saben lo confunden con las ideas y preocupaciones de la vida corporal, no pudiendo darnos sobre el particular más que nociones falsas e incompletas; pero el observador atento encuentra con frecuencia en sus comunicaciones, aunque imperfectas, confirmadas las grandes verdades que nos enseñan los espíritus superiores.

Su carácter se revela en su lenguaje, y todo espíritu que deje escapar en sus comunicaciones un pensamiento malo, puede ser incluido en el tercer orden, y por lo tanto, todo pensamiento malo que se nos sugiera, procede de un espíritu de este orden.

Semejantes espíritus ven la dicha de los buenos, siendoles este espectáculo un tormento incesante, puesto que experimentan todas las angustias que pueden producir la envidia y los celos.

Conservan el recuerdo y la percepción de los sufrimientos de la vida corporal, impresión que es a menudo más penosa que la realidad. Sufren, pues, verdaderamente no sólo por los males que han experimentado, sino que tambien por los que han ocasionado a otros, y como sufren por largo tiempo, creen que sufrirán siempre, permitiendo Dios, para castigarlos, que conserven esa creencia.

Puede dividírseles en cinco clases principales.


102. Décima clase. ESPÍRITUS IMPUROS. Son propensos al mal y lo hacen objeto de sus maquinaciones. Como espíritus dan consejos pérfidos; promueven la discordia y la desconfianza, y, para engañar mejor, toman todas las apariencias. Se apoderan de los caracteres bastante débiles para seguir sus excitaciones, a fin de arrastrarles a su perdición, y están satisfechos cuando consiguen retardar su progreso, haciéndoles sucumbir en las pruebas que sufren.

En las manifestaciones se les conoce por su lenguaje, pues la trivialidad y la bajeza de las expresionies, así en los espíritus como en los hombres, es siempre indicio de inferioridad moral, si no intelectual. Sus comunicaciones descubren la bajeza de sus inclinaciones, y si intentan desorientar hablando sensatamente, no pueden sostener el ardid por mucho tiempo y concluyen por poner en claro su origen.

Ciertos pueblos los han considerado como divinidades maléficas, y otros los designan con los nombres de demonios. genios malos y espíritus del mal.

Los seres vivientes a quienes animan, durante lá encarnaci6n, son dados a todos los vicios que engendran las pasiones viles y degradantes, tales como: el sensualismo, la crueldad, la maulería, la hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia. Hacen el mal por el placer de hacerlo, sin motivo la mayor parte de las veces, y por aversión al bien escogen casi siempre sus víctimas entre las personas honradas. Cualquiera que sea el lugar social que ocupen, son azote de la humanidad, y el barniz de la civilización no los libra del oprobio y de la ignominia.

103. Novena clase. ESPÍRITUS LIGEROS. Son ignorantes, malignos, inconsecuentes y burlones, y en todo se entrometen, y responden a todo sin cuidarse de la verdad. Se complacen en ocasionar pequeños pesares y alegrías, en chismear, en inducir maliciosamente en error por medio de engaños y en hacer travesurillas. A esta clase pertenecen los espíritus llamados vulgarmente duendes, trasgos, gnomos y diablillos, todos los cuales dependen de los espíritus superiores, que frecuentemente les ocupan, como nosotros a nuestros criados.

En las comunicaciones con los hombres, su lenguaje es a veces Ingenioso, y chistoso, pero casi siempre superficial, y aprovechan las extravagancias y las ridiculeces que exponen en frases mordaces y satíricas. Cuando usurpan algún nombre, lo hacen más por malicia que por perversidad.
104. Octava clase. ESPÍRITUS DE FALSA INSTRUCCIÓN. (Falsos sabios.) Tienen conocimientos bastantes vastos; pero creen saber más de lo que realmente saben. Habiendo progresado algo en diversos sentidos, su lenguaje tiene cierto carácter grave que puede engañar acerca de su capacidad y ciencia; pero no pasa de ser, con frecuencia, reflejo de las preocupaciones y de las ideas sistemáticas de la vida terrestre, una mezcla de verdades y errores absurdos, a cuyo través se descubren la presunción, el orgullo, los celos y la terquedad de que no han podido emanciparse.

105. Séptima clase. ESPÍRITUS NEUTROS. No soñ ni bastante buenos para practicar el bien, ni bastante malos para hacer el mal; se inclinan igualmente al uno y al otro, y no se sobreponen a la condición vulgar de la humanidad, ni moral ni intelectualmente. Tienen apego a las cosas de este mundo, cuyas alegrías groseras echan de menos.

106. Sexta clase. ESPÍRITUS GOLPEADORES Y PERTURBADORES. Propiamente hablando, no forman una clase distinta, si se toman en consideración sus cualidades personales, y pueden pertenecer a todas las clases del tercer orden. A menudo anuncian su presencia por efectos sensibles y físicos, como golpes, movimiento y desarreglo anormal de los cuerpos só lidos, agitación del aire, etc. Parece que están más apegados a la materia que los otros y que son los principales agentes de las vicisitudes de los elementos del globo, ya obren en el aire, en el agua, en el fuego, ya en los cuerpos duros, ya en las entrañas de la tierra. Cuando estos.fenómenos tienen un carácter intencional e inteligente, se conoce que no son debidos a una causa fortuita y física. Todos los espíritus pueden producirlos; pero los elevados los confían por punto general a los espíritus subalternos, más aptos para las cosas materiales que para las inteligentes, y cuando los primeros creen oportunas las manifestaciones de este género, se sirven de los segundos como de auxiliares.